Historia de Madeira
Quién conoce, dice que el archipiélago de Madeira es uno de los destinos más bellos del mundo. De exuberante belleza, este conjunto de islas situadas en el Océano Atlántico, es conocido por su habilidad para complacer al público más distinto, desde los que disfrutan de la playa y descanso a los que no viven sin deporte, incluso los más radicales, hasta los que aprecian la cultura o la gastronomía.
La isla principal del archipiélago - la isla de Madeira - está formada por volcanes inactivos y ríos subterráneos, el suelo fértil y un paisaje realmente único, que destaca las reservas naturales, con especies únicas de flora y fauna - y por supuesto el bosque de laurisilva, clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es también aquí que uno de los vinos más famosos y exquisitos del mundo es producido: el vino de Madeira.
Porto Santo es la segunda isla habitada y es conocida por su fantástica playa con 9 extensos kilómetros de arena dorada, pero el archipiélago se compone también por las deshabitadas islas Salvajes y Desertas, refugio de lobos marinos, delfines, meaucas y muchas otras especies.
Situadas en territorio portugués, estas acogedoras islas ya serían conocidas antes de la llegada de los portugueses. De hecho, las primeras referencias al archipiélago remontan a la antigüedad clásica, con algunas alusiones literarias "a las paradisíacas islas Atlánticas", que sugiere que el archipiélago sería conocido por los navegadores fenicios y griegos.
Una tierra legendaria
Fue en 1418 cuando los navegadores portugueses llegaron por primera vez en Porto Santo. Se dice que una tormenta los llevó a 'Puerto Seguro', después de varios días a la deriva. Madeira fue descubierta un año más tarde y llamada así porque es ampliamente cubierta por árboles. Hasta ahora, la historia de este fantástico destino se asocia con leyendas, se argumenta que la isla fue quemada continuamente durante siete años, de modo que la extensa vegetación fuera completamente despejada y se convirtiera habitable.
Alrededor de 1425, el rey Juan I comenzó la colonización, estableciéndose 15 años después el régimen de las capitanías, con la división de la isla en tres parcelas de terreno. Tristán Vaz Teixeira fue nombrado capitán donatario de la Capitanía de Machico. Seis años más tarde, Bartolomeu Perestrelo se convirtió en capitán donatario de Porto Santo, y en 1450, Gonçalves Zarco fue nombrado capitán donatario de la capitanía de Funchal.
Instalados los primeros colonos, se introdujo el cultivo de diversas especies agrícolas - incluyendo la importante caña de azúcar - que convirtió rápidamente a Funchal en una escala obligatoria para las rutas comerciales europeas y mediterráneas.
Curiosamente, Funchal, la capital de Madeira, debe su nombre a una planta: el hinojo, que aún se utiliza ampliamente en la fabricación de tés y dulces típicos de la isla y que por allí abundaban en el momento de su descubrimiento.
Aparte de la caña de azúcar, el vino constituye, a partir del siglo XVII, una importante contribución al desarrollo económico de Madeira gracias a los acuerdos comerciales establecidos con Inglaterra, que instalaron en la isla muchos comerciantes ingleses, cuya influencia hoy en día es aún detectable en la arquitectura local. La amabilidad de la gente local, combinada con la belleza y el clima templado de la isla han atraído a varias personalidades distintas. Ha surgido a partir del siglo XIX, un gran interés turístico por Madeira, mucho más potenciado a mediados del siglo XX con la construcción de un aeropuerto, el actual Aeropuerto Internacional de Madeira. Hoy, Madeira es una isla cosmopolita, donde la naturaleza se alía a la modernidad. Si le gustan paisajes, tranquilidad y contacto con la naturaleza, esta tierra puede muy bien convertirse en uno de sus lugares favoritos en el mundo. Relájese, disfrute del impresionante atardecer y no se olvide de brindar con un "Madeira".